• CARLOS DELGADO CAMACHO

    Reflexiones

  • SEVERIANO OCEGUEDA

    Debate y propuesta

  • ROBERTO GONZÁLEZ BERNAL

    Trinchera Universitaria

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    Apostador de cuacos

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    Humanismo en la política

EDITORIAL

Apreciables lectores: Coincidirán conmigo en cuanto a que el advenimiento de UN NUEVO GOBIERNO ESTATAL es sin duda el principal acontecimiento en estos días, y evidente motivo de esperanza para todos los nayaritas que desde hace muchos años anhelamos que nuestra entidad se desarrolle económicamente y con ello, se convierta en TIERRA DE OPORTUNIDADES para evitar que nuestros hijos sigan viéndose obligados a emigrar hacia otros lugares para subsistir y/o labrarse un buen futuro. Así pues, este 19 de septiembre es muy significativo en virtud de que se da inicio a la posibilidad de cumplimiento del pacto que reciente- mente se estableció entre UN POLÍTICO NAYARITA MADURO, SERIO Y DE AMPLIA EXPERIENCIA EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA; y una sociedad que lo hace su gobernante confiando alma adentro en su promesa de que gobernará en congruencia con los postulados de la CUARTA TRANSFORMACIÓN, ROMPERÁ ESQUEMAS ATÁVICOS Y SE ESFORZARÁ POR DESPERTAR AL PODEROSO GIGANTE DORMIDO que por sus riquezas naturales y la valía de sus habitantes es Nayarit. El reto es de grandes dimensiones, y no habrá tiempo para titubeos ni flaquezas durante este próximo sexenio que podría ser EL PARTEAGUAS HISTÓRICO que marcaría el antes y el después que hemos venido esperando. Hay un nuevo liderazgo en nuestra entidad decidido a marcar la diferencia; y una ciudadanía dispuesta a seguirlo con lealtad mientras se mantenga firme rumbo a los propósitos planteados. Para el caso, la eficiencia, la honestidad, los resultados, el compromi- so de servir, y en suma, la lealtad al ambicioso proyecto de “DESPER- TAR A NAYARIT”; deben ser los indicadores fundamentales con que se mida el desempeño de LOS NUEVOS FUNCIONARIOS DE LA ADMINISTRACIÓN “NAVARRISTA”; y única justificación para que permanezcan en el mismo. ¡Demos la bienvenida al nuevo sexenio que inicia! Los saludo cordialmente.

Los límites del clientelismo

Los límites del clientelismo

De las 12 elecciones en disputa para gobernador, seis tuvieron alternancia. La misma proporción que en 2009 (el año pasado fueron tres de seis). Otras tres (Hidalgo, Durango y Veracruz) fueron mucho más competidas de lo que se esperaba. La mayor parte de las mediciones preelectorales sobrestimaron al PRI (aunque hubo casos en los que se quedaron cortas, como en Chihuahua, Zacatecas o Tamaulipas). El resultado fue mucho más mixto de lo que se esperaba y con una dominancia priista mucho menor, como ya lo había sugerido el antecedente reciente de Yucatán. Tal vez la lección más importante sea que el 4 de julio del 2010 acudieron a las urnas electores más independientes de lo que se esperaba, y que cada una de las elecciones respondió a sus propios estímulos y patrones de conducta. Se podría hablar de 14 historias distintas o 12 elecciones de gobernador, que, sin embargo, permiten buscar patrones comunes en el elector.

Estos sorpresivos resultados cuestionan algunos de los supuestos con los que contábamos para explicar estas elecciones locales. El primero y más importante por su consecuencia es el del clientelismo. Si la tasa de cambio de partido en el gobierno es de 50 por ciento, por lo menos en el agregado y en términos numéricos, significa que se tiene la misma probabilidad de permanecer el partido en el gobierno o de perder la elección. Más que de un indicador de equidad en la contienda, se trata de un signo que da cuenta de la autonomía del electorado mexicano, y tal vez de su sofisticación.

La cooptación de voto que se asumía que los gobiernos locales tendrían sobre sus electorados resultó, por lo menos, insuficiente para garantizar el triunfo electoral. Es decir, el clientelismo que tanto se temía resultó poco eficaz. Las variables que resultan relevantes para explicar la elección de encuestas preelectorales y exit polls así lo señalan.

Un primer indicador que valida este argumento es que los candidatos que ganaron son los que contaban con mejor imagen dentro del electorado. Si lo revisamos en los estados de alternancia, el argumento se prueba en todos los casos sin importar partidos. En Aguascalientes la imagen de Carlos Lozano era mejor que la de Martín Orozco (aunque fuese por un margen estrecho). En Oaxaca Gabino Cué estaba casi 20 puntos por arriba de Eviel Pérez; en este caso el nivel de conocimiento del candidato de la Coalición por la Transformación de Oaxaca antes de su nominación era de 14 puntos, y llegó casi a 90.

"Gracias al PRI". DRESSER, Denise.

Cada vez que Beatriz Paredes Rangel abre la boca es para vanagloriarse de lo que el PRI ha hecho por México. Gracias al PRI hay estabilidad política, dice. Gracias al PRI no hay polarización, insiste. Gracias al PRI el país no se ha hundido aún más ante el fracaso de los panistas, repite.

La lideresa recorre la República buscando palmadas en la espalda mientras pide regresar al poder a un partido responsable de sus peores vicios. La priista denuncia la ineficacia y la inexperiencia de diversos funcionarios panistas incapaces de limpiar el tiradero que su partido dejó tras de sí. Hay mucho de paradójico en su proceder porque existe otra lista de cosas vinculadas con el PRI que valdría la pena recordar.

Hay otras contribuciones por las cuales el electorado debería estar menos agradecido. México arrastra un legado que no debería ser

motivo de aplausos; México carga con una herencia de la cual los priistas se distancian pero de la cual son responsables.

Gracias al PRI, el narcotráfico infiltra al Estado y se enquista allí.

A partir de la década de los ochenta, el negocio de la droga comienza a crecer y lo hace con protección política. Con la complicidad de miembros de la Policía Judicial Federal y de agentes de la Dirección Federal de Seguridad. Con lacolusión de gobernadores como Mario Villanueva Madrid y otros dirigentes priistas de narcomunicipios y estados fronterizos. A lo largo de los años, la estructura política del priismo provee un caparazón al crimen organizado, que avanza no a pesar del gobierno, sino –en buena medida– gracias a él.

Cuando los panistas llegan a la Presidencia se encuentran un Estado rebasado, se enfrentan a autoridades estatales cómplices, se topan

con policías infiltradas, apelan a procuradurías indolentes. Y, sin duda, tanto la administración de Vicente Fox Quesada como la de Felipe Calderón Hinojosa no han encarado el reto de la mejor manera; el primero por omisión y el segundo por falta de previsión. Pero lo innegable es que no son responsables del problema:

lo heredan. Hoy los priistas culpan al gobierno panista de aquello que ellos mismos engendraron.

Gracias al PRI hay alguien como Joaquín Gamboa Pascoe y lo que representa. Líder vitalicio, elegido –en un evento reciente– para liderar

la central obrera hasta 2016. Líder hasta la muerte, encumbrado después de una votación fast track y por aclamación.

Rodeado de mujeres bailando en biquini, meciéndose al son de las maracas y las fanfarrias y las porras. Impasible ante los reclamos por los lujos que despliega y los relojes que ostenta. Y, en esa misma reunión, Beatriz Paredes no alza la voz para cuestionar las prácticas antidemocráticas del corporativismo, sino que niega su existencia.

Argumenta que México ha cambiado y que los trabajadores son libres y merecen respeto, cuando lo ocurrido en ese evento es señal de la podredumbre de siempre. La genuflexión de siempre. La alianza de siempre. El pacto de siempre. El liderazgo del PRI ofrece prebendas a cambio de apoyo político. Tan es así que, sin ningún rubor, Gamboa Pascoe sostiene que “hizo cuentas con Paredes” para incrementar, en el próximo proceso electoral, el número de posiciones en el Congreso de integrantes cetemistas. Así, el PRI ratifica su preferencia por las prácticas del pleistoceno.

Gracias al PRI el gobierno se percibe como botín compartido. No hay
frase que resuma mejor esta visión que la atribuida a Carlos Hank González: “un político pobre es un pobre político”. El PRI permite que

quien llegue a algún puesto –desde hace décadas– piense que está allí para enriquecerse. Para hacer negocios. Para firmar contratos. Para embolsarse partidas secretas. Para otorgar concesiones y recibir algo a cambio. Sólo así se explica la Colina del Perro construida por José López Portillo. Sólo así se explica la fortuna acumulada en las cuentas suizas de Raúl Salinas de Gortari. Sólo así se entiende el reloj de 70 mil dólares que porta Carlos Romero Deschamps. Sólo así se comprende el guardarropa de Elba Esther Gordillo Morales. Gracias al PRI gran parte de la población considera que la corrupción es una conducta habitual y aceptable que acompaña a la función pública.

Gracias al PRI la impunidad se vuelve una forma de vida.
El PRI inaugura un sistema para compartir el poder basado

en la protección política a sus miembros, al margen de las leyes que violan, los estudiantes que asesinan, los desfalcos que cometen, los robos que encabezan, los desvíos que ordenan. La lista es larga y escandalosa: Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari, Raúl Salinas de Gortari, Mario Marín Torres, Arturo Montiel Rojas, Jorge Hank Rhon, Roberto Madrazo Pintado, Emilio Gamboa Patrón, José Murat Casab, Ulises Ruiz Ortiz. Y para protegerse a sí mismos promulgan leyes a modo, saltan de puesto en puesto, intimidan a periodistas, negocian amparos, compran apoyos y corrompen jueces. Entonces no sorprende que en la lista de candidatos del PRI se encuentren varios excolaboradores de Arturo Montiel Rojas – acusado de peculado y enriquecimiento ilícito – encargados de exonerarlo.

Quizás Felipe Calderón Hinojosa entiende lo que el PRI le ha hecho al país y por ello exclama: “Dios quiera y no regresen a la Presidencia ”,

como lo hizo en una reunión reciente. Pero si eso ocurre, tanto él como su predecesor habrán producido ese desenlace al optar por un “pacto de no agresión” desde hace ocho años. Al suponer que bastaría sacar al PRI de Los Pinos sin modificar sustancialmente su modus operandi. El gran error del PAN ha sido tratar de operar políticamente dentro de la estructura que el PRI creó, en vez de romperla. El gran error del PAN ha sido creer que podría jugar mejor el juego diseñado por el PRI, en vez de abocarse a cambiar sus reglas. El gran error ha sido emular a los priistas en vez de rechazar la manera de hacer política que instauraron.

Por ello ahora que el PRI denuncia el fracaso del PAN, en cierta
medida tiene razón. Los aprendices son fustigados por los maestros experimentados. Los panistas han fracasado en el intento de gobernar como lo hacían los priistas. Los panistas han fracasado en su intento por adaptarse a las reglas de instituciones que el PRI torció. Los panistas no han logrado pactar eficazmente con los narcotraficantes; no han logrado comprar eficazmente a los líderes sindicales; no han

logrado beneficiar eficazmente a los grandes empresarios; no han logrado ocultar eficazmente los negocios que han hecho en su paso por el poder; no han logrado combatir eficazmente la impunidad porque también se volvieron cómplices de ella. Gracias al PRI el país padeció tantos años de mal gobierno. Gracias al PAN es probable que la historia se repita.

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Y CONOCIDOS. EL HOMBRE ES EL UNICO ANIMAL QUE TROPIEZA

CON LA MISMA PIEDRA UNA Y OTRA VEZ. OJALÁ QUE ÉSTE NO SEA

EL CASO. DE TI DEPENDE.


-ESTOY DE ACUERDO, EN GENERAL, CON LO EXPRESADO POR DENNISE;

SIN EMBARGO, DEBEMOS RECORDAR QUE EL PAN DE LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS

HA SIDO CÓMPLICE DEL PRI...

¡¡POR SI HABÍA ALGUNA DUDA!!










Crónica desde una isla de terror...

Gerardo Albarrán de Alba
Si Tamaulipas tiene dueño es, además del cártel del Golfo, el gobernador Eugenio Hernández. ¿Y
qué es Tamaulipas hoy sino la humillante, dolorosa necesidad ciudadana de agachar la cabeza u ocultarla, so pena de sucumbir entre la violencia del crimen organizado y la autarquía implacable del mandatario priista? Estado-espejismo donde la vida ya no se vive, donde la insólita comodidad de la autoridad estatal sólo es equiparable a la inaudita libertad e impunidad con que actúan los narcotraficantes en el estado, Tamaulipas se apresta a la escenificación de una farsa electoral, favorecido el PRI por su mejor aliado: el miedo que impone la narcoviolencia.

VALLE HERMOSO, TAMPS., 28 de junio (Proceso).- El silencio es más hondo que una tumba. Cualquiera sabe lo que pasa, pero nadie dice nada. Pueblos enteros tomados durante días por el cártel del Golfo o por Los Zetas; casas y negocios quemados y saqueados; ataques relámpago a instalaciones policiacas o casas de seguridad; combates que duran toda la noche y matanzas a plena luz del día que no dejan otra huella que muros y vehículos acribillados, sangre en las aceras, porque las víctimas más tardan en morir que en desaparecer sus cadáveres; amenazas por doquier contra quienes no se conforman a la primera; secuestros, asaltos y cobro de cuotas a quien se deje, y todos se dejan para llegar a mañana como se pueda. La vida controlada en las comunidades disputadas mediante retenes y volantas en las calles y avenidas principales, lo mismo si rondan el medio millón de habitantes, como Reynosa y Matamoros, que si no llegan a 5 mil, como Burgos.
Que no, que aquí no pasa nada, son hechos aislados, corean el gobernador y la mayoría de los presidentes municipales, al costo de sembrar sospechas sobre ellos mismos. La gente ejerce el
derecho de réplica en internet. Los llamados de auxilio se acumulan, se prodigan los reproches. La impunidad indigna. Los testimonios saben a congoja. Es el desamparo.
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El convoy de más de 100 camionetas rotuladas CDG (Cártel del Golfo) y X M3 (Metro 3) llegó temprano a Valle Hermoso el miércoles 24 de febrero. El pueblo estuvo ocupado durante tres días de enfrentamientos a toda hora. Nomás chillaban los coches por las corretizas que pegaban. Nadie nos auxilió, ni el Ejército vino por más que lo llamaron. Hubo como 60 muertos. La historia se repitió el 6 de junio. Se fueron derecho a la preventiva y otros a la ministerial. Fue una matazón. Se llevaron a varios policías. Las entradas y salidas fueron bloqueadas, luego de varios días de rumores y tensión.
La violencia en el estado arreció a partir del primer asalto a Valle Hermoso, el mismo día en que una juez en Houston, Texas, sentenció a Osiel Cárdenas a un cuarto de siglo de prisión. Al día siguiente, en Ciudad Victoria se vaciaron las escuelas y las calles por los rumores de balaceras. El 11 de marzo lanzaron granadas y acribillaron las oficinas de la Policía Ministerial del Estado y de la Policía Preventiva. Hace apenas tres semanas, el 11 de junio, militares mataron a dos personas frente a la casa del procurador de Justicia, aunque la primera versión que se esparció por las calles es que el crimen ocurrió dentro. Ni el gobierno se salva. Son varios los alcaldes abofeteados por los narcos, los altos funcionarios estatales despojados de sus aparatosos vehículos, los empleados federales impedidos de cumplir sus tareas. Ellos cobran la luz, el predial, el agua; se convirtieron en proveedores de servicios públicos. El gobierno del estado y los municipios sólo administran el desastre y trabajan con lo que les dejan, mientras se cuidan la espalda. ¿Ya notaron que el gobernador mandó pintar todas las unidades? Ahora son blancas, con logos grandes del gobierno del estado en el techo, para que no los confundan. Sólo así pueden salir a carretera seguros sin que los tiroteen desde los helicópteros de La Maña.
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La cotidianidad se mide en los calibres empleados y las granadas detonadas, el número de bajas, las horas de terror. Ser testigo da para meses de episodios que se adaptan al interlocutor en turno, siempre en el círculo más cercano, porque entre desconocidos no se pasa de una charla incidental. Con la prensa amordazada, policías coludidas o sometidas, y autoridades políticas indolentes o en plena fuga, el rumor alcanza la categoría de leyenda urbana. Si algo llega a salvar la censura, las versiones oficiales minimizan todo y los periódicos y noticiarios locales se avienen. Nadie sabe cuándo le va a tocar, pero todos entienden que será un día de estos, mientras llevan a los hijos a la escuela o hacen las compras de la semana o se aventuran por caminos y veredas para cualquier diligencia ineludible. El imaginario se debate entre las ganas de creer que se puede seguir como si nada y el rezo interno porque no sea hoy, porque no sea a mí ni a los míos. Desfigurada la normalidad, el miedo llena los vacíos y apela al sentido común como manual de sobrevivencia. Ver y callar, o mejor no ver para no tener que decir nada. La violencia no deja espacio para el autoengaño; la cantidad de historias es abrumadora: Nuevo Laredo, Nueva Ciudad Guerrero, Mier, Camargo, Comales, Díaz Ordaz, Reynosa, Río Bravo, Matamoros, Ciudad Valle Hermoso, San Fernando, Soto la Marina, Mante, González, Altamira, Ciudad Madero, Tampico y la capital, Ciudad Victoria, registran más de medio centenar de choques y masacres en los últimos seis meses. Son los que se notan. Aquí la muerte no toma asueto.
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Imposible mimetizarse en cualquiera de estos pueblos, donde todos se conocen. Nadie que sea un
extraño lo puede disimular, y menos aquí, entre paredes tres veces descascaradas a balazos y el asesinato del que muy probablemente habría sido el siguiente alcalde de Valle Hermoso, una tras otra entre febrero y junio. El visitante despierta a su paso una mezcla de curiosidad y sentido de alerta entre los lugareños que lo estudian de soslayo.
Las personas comunes no resisten alusión a la tragedia, menos una pregunta directa. Desvían la mirada y bajan la voz para cambiar de tema. Con suerte, después de un rato de nimiedades, la desconfianza en el forastero se agrieta y las historias fluyen como catarsis, pero sin nombres; fechas y lugares, apenas aproximados. Nada que identifique a las víctimas ni a quien ha dejado de ser prudente en un momento de desahogo. En Ciudad Victoria, funcionarios públicos, políticos, académicos, periodistas o personajes notables se cuidan de cualquier postura comprometedora y recurren a los eufemismos: los enfrentamientos, los atentados, los secuestros, los asesinatos, la barbarie toda se llama evento; los narcos y sus sicarios son La Gente, La Maña, Las Comadres de Gloria, Los de la Letra. Para el Ejército son simples agresores. La prensa es una parodia de sí misma. Primeras planas llenas de gacetillas, interiores rellenados con boletines. La página policiaca se atiene a los accidentes de tránsito; en otras condiciones, nadie sabría lo mal que se maneja en Tamaulipas. Radio y televisión son inocuas. Si ya la corrupción era consustancial al periodismo local, la guerra de los cárteles dividió lealtades. Algunos pagaron el precio: ocho reporteros fueron secuestrados el 8 de marzo; cinco de ellos aún no aparecen. Ahora todos están bajo la misma amenaza: plata o plomo. ¿Servir a unos o a otros?
Mejor nadar de muertito, bendita sea la grilla local que permite reportear otras cosas. La Gente tiene sus voceros, reporteros que trabajan para ellos. Te llaman a la redacción; te dicen esto sí, esto no. Los narcos son los verdaderos editores de los periódicos, los jefes de información de los noticieros. A veces no nos tienen que hablar, ya sabemos de qué o de quiénes no tenemos que publicar nada. Hay listas, pero no alcanza. El problema es que no sabes realmente con quién estás hablando, sobre quién estás escribiendo. Vives con miedo a equivocarte.
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Los narcos presumen que son los buenos, lo malo es que no se sabe cuáles. La guerra entre El cártel del Golfo y Los Zetas no se limita al control de las plazas, va por las conciencias de quienes preferirían subordinárseles a cambio de recuperar un poco de paz. Emiten boletines de prensa para limpiar su imagen y denostar a sus enemigos; ejercen la censura previa en los medios y tiran línea a conveniencia; distribuyen volantes casa por casa y esparcen rumores en las redes sociales. La propaganda arraiga percepciones.
Una mujer arrastra la tristeza por la carretera. ¿Qué hace por aquí solita? ¿No sabe que es peligroso?, le preguntan los narcos desde su camioneta rotulada CDG o Z-40, da lo mismo. Llorosa, explica que le acaban de robar su auto y la abandonaron ahí. Súbase, le dicen. El carro era viejo, pero era todo lo que tenía. Es maestra, gana una miseria. Se conduelen. Le abren una maleta repleta de dólares. Métale la mano, agarre lo que quiera, la invitan. Tome más, todo lo que pueda, y cuente lo que aquí pasó. La historia tiene media docena de versiones, según la facción a la que favorece. En una, son dos mujeres jóvenes a las que ayudan a recuperar su troca y matan a los rateros. En todas, los narcos hacen justicia a los pobres. Hasta la extorsión tiene una cara benevolente. Los narcos controlan toda la economía informal de las plazas que dominan intermitentemente, ora unos, ora los otros. Igual antes tenían que pagar mordidas al policía, al inspector. La Maña hizo una simplificación administrativa: Desde hoy sólo me pagan a mí, y yo me encargo de lo demás. Ningún funcionario vuelve a molestarlos.
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Las costumbres se han perdido en Tamaulipas. Los paseos se limitan; las reuniones, mejor en casa. Se come en restaurantes por negocios. Se maneja con el radio apagado para escuchar a tiempo cualquier balacera. Se viste diferente: ni botas ni cinturón de hebilla ancha ni sombrero. Nada que asemeje al estereotipo del narco. Las camionetas y deportivos nuevos y más caros se quedan en las cocheras y se adquieren carritos modestos para el uso diario. Los negocios cierran temprano, incluso en ciudades donde la violencia aún no es endémica. Si el bullicio del centro de la capital del estado se apaga a las nueve de la noche, en los pueblos la puesta de sol marca el toque de queda. La gente se guarda en su casa a veces más temprano. Algunas comunidades de la frontera chica no se han vaciado sólo porque se quedaron los que no pueden irse del otro lado del Río Bravo o a ninguna otra parte. Trasladarse de un punto a otro del estado es un volado que nadie quiere perder. En los retenes militares las preguntas de rutina son pocas: ¿De dónde viene? De Victoria ¿A dónde va? A Valle Hermoso ¿Es de Tamaulipas? Sí, señor. ¿A qué se dedica? Soy profesor. Las respuestas y el tono adecuados reciben un lacónico 'Pásele'. Viajar en un sedán polvoso ayuda.
Los bloqueos de los narcos son más rudos. No paran a todos, nomás a los que les parecen raros. Placa de otro estado equivale a semáforo rojo. Moverse en una suburban o una cuatro por cuatro es invocar la desgracia. Más vale convencerlos de que no representas ninguna amenaza, aunque cada vez es más difícil. La guerra tiene nuevos actores. La respuesta de Los Zetas a la alianza entre el cártel del Golfo, el cártel de Sinaloa y La Familia michoacana ha sido reclutar maras salvatruchas. Los refuerzos vienen de Honduras o El Salvador. Son jóvenes, todos tatuados. Se va a poner peor. La sociedad está a dos fuegos y lucha por su vida sin armas. Pero hay quienes están pasando a otra fase y construyen pequeños ejércitos privados. Quienes tienen con qué, ya lo están haciendo. Conozco a un empresario de Tampico que contrató a una docena de mercenarios israelíes. Estamos a un tris de que esta guerra delimitada entre cárteles se convierta en una guerra civil, todos contra todos.