EDITORIAL

Apreciables lectores: Coincidirán conmigo en cuanto a que el advenimiento de UN NUEVO GOBIERNO ESTATAL es sin duda el principal acontecimiento en estos días, y evidente motivo de esperanza para todos los nayaritas que desde hace muchos años anhelamos que nuestra entidad se desarrolle económicamente y con ello, se convierta en TIERRA DE OPORTUNIDADES para evitar que nuestros hijos sigan viéndose obligados a emigrar hacia otros lugares para subsistir y/o labrarse un buen futuro. Así pues, este 19 de septiembre es muy significativo en virtud de que se da inicio a la posibilidad de cumplimiento del pacto que reciente- mente se estableció entre UN POLÍTICO NAYARITA MADURO, SERIO Y DE AMPLIA EXPERIENCIA EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA; y una sociedad que lo hace su gobernante confiando alma adentro en su promesa de que gobernará en congruencia con los postulados de la CUARTA TRANSFORMACIÓN, ROMPERÁ ESQUEMAS ATÁVICOS Y SE ESFORZARÁ POR DESPERTAR AL PODEROSO GIGANTE DORMIDO que por sus riquezas naturales y la valía de sus habitantes es Nayarit. El reto es de grandes dimensiones, y no habrá tiempo para titubeos ni flaquezas durante este próximo sexenio que podría ser EL PARTEAGUAS HISTÓRICO que marcaría el antes y el después que hemos venido esperando. Hay un nuevo liderazgo en nuestra entidad decidido a marcar la diferencia; y una ciudadanía dispuesta a seguirlo con lealtad mientras se mantenga firme rumbo a los propósitos planteados. Para el caso, la eficiencia, la honestidad, los resultados, el compromi- so de servir, y en suma, la lealtad al ambicioso proyecto de “DESPER- TAR A NAYARIT”; deben ser los indicadores fundamentales con que se mida el desempeño de LOS NUEVOS FUNCIONARIOS DE LA ADMINISTRACIÓN “NAVARRISTA”; y única justificación para que permanezcan en el mismo. ¡Demos la bienvenida al nuevo sexenio que inicia! Los saludo cordialmente.

Entre azules y azulados, ¿quiénes deciden en el PAN?


Son cada vez más los cuestionamientos que desde diferentes esferas se hacen a las encuestas. Los argumentos van desde preguntar por diferencias en la metodología hasta injurias sin fundamentos (como quienes declaran no “creer” en los estudios de opinión, como si fueran éstos un dogma religioso y no un método científico).

Identificados ya los aspirantes a la Presidencia de la República, aumentan las declaraciones en las que los políticos expresan confianza en unas y no en otras encuestas. Es el caso de los aspirantes panistas a la postulación por su partido.

Cierto es que las encuestas no deciden elecciones, pero para el caso del PAN habrá que abundar y decir que mientras en ese partido no esté definido el método de selección de candidato, cualquier estudio estará alejado de la realidad. Expliquemos.

Para todos los partidos, al medir la preferencia de candidatos en una contienda interna se pregunta tanto a población abierta como a aquellos que expresan su simpatía por el partido en cuestión. La medición del proceso interno para elegir al candidato del PAN expone un problema para los investigadores de la opinión pública: determinar quién es panista.

Aquí el método enfrenta un primer obstáculo, quién es el simpatizante. En Parametría se distingue entre el que se identifica con un partido (“Sin importar por quién haya votado en el pasado, ¿con cuál partido se identifica usted más?”), del que vota por ese partido (“Si hoy fuera la elección para Presidente de la República, ¿por cuál partido votaría usted?). El primero es el simpatizante.

Una vez superada esta definición viene otra barrera para la lectura de los datos de las encuestas de preferencia interna: ¿quiénes serán los que voten y decidan al candidato, los militantes o los simpatizantes (elección cerrada o abierta)?

El PRI y el PRD, por estatutos, contemplan la elección abierta (al universo de electores) como método ordinario de selección de sus candidatos. No así el PAN, que acude a miembros activos y adherentes para que elijan a sus candidatos, y que contempla la elección abierta únicamente en casos extraordinarios (con circunstancias bien definidas, enfocadas a convocar al electorado en entidades donde el blanquiazul sea una fuerza marginal).

El artículo 26 del Reglamento de selección de candidatos a cargos de elección popular del PAN se establece que son los miembros activos y, en su caso, los adherentes, los que pueden votar para elegir al candidato del partido a la Presidencia de la República. El artículo 29 del mismo documento refiere que, como métodos extraordinarios están la designación abierta y la elección abierta.

Aún sin definiciones en el PAN sobre el método a seguir, los encuestadores tendrían que tomar como muestra al universo de miembros activos y adherentes de Acción Nacional (calculado en poco más de un millón 900 mil), para tener una idea cercana de las preferencias de quienes, en efecto, decidirán el nombre del abanderado del blanquiazul.

Para acceder a los militantes y adherentes habría que tener el Listado Nominal de Electores definitivo, documento de carácter privado y que, de nuevo de acuerdo con el reglamento citado, se entrega a quienes sean declarados precandidatos.

Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Ernesto Cordero se enfrentan una y otra vez en los estudios demoscópicos. Los resultados de cada encuestadora varían, lo que es aprovechado por algunos para regresar al denuesto del método y por los aspirantes. Si entre población abierta son más populares que entre simpatizantes, harán público el primer dato, a pesar de conocer los estatutos y que, en los hechos, una elección abierta en el PAN para candidato a la Presidencia sería inusual, extraordinaria e histórica.

Ello confunde al elector, genera suspicacia en el método y desprestigia a los encuestadores. Conviene apuntar que, mientras no estén definidos los métodos de selección, no habrá que tomar los resultados de las encuestas como indicadores.